Monseñor Fernando Castro: “La lucha de clases que fomenta el comunismo está basada en el odio”



“Es tiempo de cambiar: el que roba, que no robe más; el que odia, que no odie más; el que es flojo y negligente, que sea diligente y esforzado; el que tiene vicios, que se aparte de ellos: del juego, del licor, del desenfreno, de los brujos y adivinos, de los santeros, del horóscopo”, dijo introduciendo la predicación de las Siete Palabras. 

Ramón Antonio Pérez 
@GuardianCatolic 

Caracas, 18 de abril de 2014.- “La lucha de clases que fomenta el comunismo está basada en el odio, y la Iglesia está comprometida con el Evangelio, predica a Jesucristo, el amor, el perdón y la convivencia”. Esta fue una de las tantas expresiones que Monseñor Fernando Castro Aguayo, pronunció durante la predicación de las Siete Palabras, este Viernes Santo en la Catedral Metropolitana de Caracas. 

Explicó que “las Siete Palabras son las últimas expresiones que Jesucristo dijo en la Cruz, y que contienen mensajes muy importantes como el perdón o el llamado de acudir a la Virgen Santísima. Es un mensaje de la sed de Dios por las cosas de los hombres, de generosidad y entrega, y desear cumplir la voluntad de Dios”.

La Catedral  de Caracas era un ir y venir de feligreses que recorrían el principal templo de la ciudad simulando un río humano, cuyos remansos de tranquilidad se formaban frente a cada una de las capillas e imágenes, donde se persignaban, encendían velas, oraban. Y alguno que otro enarbola estrofas de agradecimiento a Dios. 


Esta Iglesia cuyo verdadero nombre es Parroquia “El Sagrario”, fue fundada en 1595. Los creyentes la incluyen en su recorrido a Siete Templos del Viernes Santo; práctica con el tiempo se ha convertido en una tradición que mueve a mucha gente en la capital. 


Previo a la predicación, los marchantes religiosos del momento fueron acompañados por un grupo de jóvenes que aspiran estudiar en el seminario. Entraron al templo dirigiendo rezos, cantos y portando una cruz misionera. Algo más de trescientos fieles sentados, esperaban las enseñanzas de Monseñor Castro Aguayo. Funcionarios policiales, bomberos, protección civil y voluntarios, cumplían fielmente sus funciones. 

El predicador fue presentado por el párroco, presbítero Juan Carlos Silva. Por su parte, Monseñor Castro Aguayo agradeció la invitación, al igual que tuvo palabras de cordialidad para el Deán del Capítulo Metropolitano, Monseñor Héctor Rafael Maldonado Panacci. 

El también Obispo Auxiliar de Caracas, hizo una acotación referente al contenido de la predicación: “Estas Siete Palabras pretenden ser un mensaje religioso. Es decir, este no es el sitio de denuncia, este es el sitio de la Madre de todas las Iglesias de la Arquidiócesis de Caracas”. Acto seguido dijo una oración: “Queremos seguir tus pasos, dar testimonio cristiano, estar con María la Madre de Jesucristo y amarla como Él en la Cruz, sentirnos ciudadanos de la patria e hijos de la Iglesia”. 

Las expresiones tratadas fueron según el orden: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”; “Hoy mismo estarás conmigo en el paraíso”; “Mujer ahí tienes a tu hijo, hijo ahí tienes a tu Madre”; “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”; “Tengo Sed”; “Todo está cumplido”; y “Padre, en tus manos entrego mi Espíritu”. 


Los intermedios de cada Palabra fueron llenados por cánticos religiosos. “Perdona a tu pueblo, Señor”, fue el primero de los cantos. Los visitantes se sumaron con entusiasmo. 

Inició la predicación hablando del tormento que significó para Jesucristo estar clavado en la Cruz. “Pero también Jesús sufría la burla de algunos de los arrogantes y prepotentes como un tormento adicional”, dijo. “La arrogancia es una actitud muy dañina porque destruye a la persona e incita a la muchedumbre para que se desencadene el odio, y este (el odio) excluye todo a su paso como lo hace una corriente de agua descontrolada”, ensenó. Los fieles atentos a sus palabras, asentían con sus gestos. 

Ilustró que las palabras de Jesús en la Cruz no son de queja, amargura y reproche, sino de esperanza y de misericordia. Preguntó: “¿De qué se compadece Jesús? ¿Por qué implora el perdón?”. Él mismo respondió: “Se compadece de nuestra ingratitud e indiferencia, pide perdón por nosotros, por nuestros pecados y omisiones”. 

Monseñor Castro propuso cinco pasos para superar esas equivocaciones: “examen de conciencia, dolor de corazón, propósito de enmienda, decir los pecados al confesor y cumplir la penitencia”. El ejemplo de la confesión lo ha dado el Papa Francisco, recuerda Monseñor Castro. “No es un hombre el que escucha tus pecados sino Cristo”. 

En el aparte de la frase: “Mujer ahí tienes a tu hijo, hijo ahí tienes a tu Madre”, hizo un llamado especial en favor de la de la defensa de la sexualidad de chicas y chicos, de las mujeres explotadas y agredidas, de la familia, de los no nacidos y del matrimonio. 

“Hay que reafirmar hoy la dignidad humana de todo ser creado en el seno de su madre (…) Convirtámonos pregoneros de la belleza del matrimonio formado de manera exclusiva por un hombre y una mujer, ya que otras formas de unión no se pueden llamar matrimonio, podrán llamarse de todo menos matrimonio (…) Joven, debes reafirmar tu condición sexual como hombre o mujer y colocarte al servicio de la patria, de la familia y de la Iglesia”. 


Tuvo palabras de aliento para los estudiantes del país. 

En una adaptación muy parecida a la realidad venezolana, dijo que “la lucha de clases que fomenta el comunismo está basada en el odio, y la Iglesia está comprometida con el Evangelio, predica a Jesucristo, el amor, el perdón y la convivencia”. 

Mencionó el hecho de que en Venezuela muchos han perdonado a pesar del dolor tan profundo por la pérdida de sus seres queridos. 

“Nunca hay que usar el poder para dominar sino para servir. Cuando el poder del amor sea más grande que el amor al poder el mundo conocerá la paz. Esto nos aplica a todos. Ayúdanos Señor a vivir en el heroísmo del perdón”, dijo recordando el mensaje del Papa Francisco al inicio de las mesas de diálogo entre el gobierno y la oposición. 


Finalmente, expresó solidaridad, cercanía, compasión y afectos con quienes han perdido a familiares como consecuencia de la violencia asesina, en las manifestaciones y protestas públicas, y como fruto del hampa y las persecuciones. “Vaya el afecto de toda la iglesia y de todos los creyentes. Cristo ha dado su vida por ellos y por cada uno de nosotros, y debemos ser promotores y defensores de la vida”. 






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