In memoriam: La Madre Montes



La Madre Montes y el Padre José María Velaz de Fe y Alegría.

En la madrugada del miércoles 12 de enero 2011 falleció en la paz del Señor, la Hermana María Montemayor Fernández Pinzón Hernández, más conocida como “la Madre Montes”. Su salud estaba en franco deterioro desde hacía algún tiempo. Sin embargo, ella seguía, observante, alegre, cumpliendo con lo que podía hacer: rezar y preocuparse por sus muchachos de San Javier del Valle.

Hace pocos días, a comienzos de año, la visité por última vez. Con el cuido y atención de las Hermanas de su comunidad, recibía todas las atenciones que necesitaba. En su cama, no desaparecía su sonrisa y su serenidad de espíritu. Las celebraciones de navidad se hicieron en el piso de su habitación para que ella participara junto a sus monjas en los oficios religiosos.

La Madre Montes fue una institución. Todos los jóvenes que han pasado por el Colegio Fe y Alegría de San Javier la recuerdan con cariño. Siempre en movimiento, haciendo milagros para que no faltara en la mesa de sus muchachos el pan de cada día. En Mérida, quien no la reconocía. Montada en la camioneta, hablaba, ordenaba, pedía, vivía y se desvivía por esta obra que construyó junto con el P. José María Velaz.

Tenía madera de santa y no le faltaba razón, pues por sus venas corría la sangre del Cardenal Spínola y de varias de su familia, consagradas también a Dios para servir a los más necesitados. Fue un ejemplo de entrega hasta el final. Podía haberse retirado hace años a su tierra natal, pero prefirió vivir y morir al lado de esta obra benemérita.

María Montemayor había nacido en Moguer, provincia de Huelva, el 8 de junio de 1922. De esos lares partieron hace algo más de cinco siglos los primeros que vinieron a nuestras tierras. Profesó en la Congregación de Esclavas del Divino Corazón. Llegó a Venezuela en septiembre de 1976. Fue fundadora junto al padre Velaz del Colegio Fe y Alegría de San Javier del Valle.

Antes de venir a Venezuela, fue misionera en Japón. Además de sus muchachos, se consustanció con los habitantes de El Valle y de Mérida. Ayudaba a familias necesitadas con mercados, becas y medicinas. Actualmente llevaba a cabo al proyecto “De los sin Techo”; con ayudas recibidas desde España, facilitaba los materiales de construcción y los beneficiarios colocaban la mano de obra, con este proyecto ayudó a varias familias, la última casa que entregó lo hizo en el Arenal. Vivió para Dios y para los demás. Ese es su legado, del que los merideños nos sentimos orgullosos.

Decidió donde quería que reposaran sus restos. En el cementerio de La Culata, junto a otras hermanas de su congregación. Al dejar constancia de su perfil de cristiana y consagrada, no nos queda sino dar gracias a Dios por su vida, entrega permanente para dar lo mejor de sí para el bien de los más pobres. Paz a sus restos y que interceda por nosotros ante el Padre bondadoso que la recibe en su seno.

Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo

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